miércoles, 30 de mayo de 2007

Identidad y cultura en América

Fernández M., C.
América...
1972. Pag.: 21-3.
Existe un punto en común y una diferencia en los modos como el conquistador se impone al norte del río Grande, esto es, Estados Unidos, y al sur, en Suramérica. En ambos casos el conquistador proviene de una cultura occidental, pero en el primero los aborígenes son exterminados y en el segundo, no obstante ser aplastados, supervivieron hasta cierto grado en medio de su estado de civilización. Esta diferencia determina que entre los anglosajones se eliminara ese "largo proceso de resistencias y antagonismos en que se vio envuelta la historia iberoamericana". Desde que puede hablarse de encuentro de culturas, se conceptualiza la tensión entre ambas manifestaciones, y no debe resultar forzado imaginar el conflicto que vive el ser latinoamericano al tratar de sacar en limpio una noción propia de identidad cultural. Y el problema es serio, porque de la imposición cultural occidental deriva el uso generalizado del protugués que, a la hora de la expresión literaria, plantea la cuestión de la autonomía de las letras hispanoamericanas. ¿Cómo es ésto? Es como decir que expresamos lo nuestro por medio de un instrumento ajeno, y de hecho prestado; diríase que damos el efecto de traducción, no logrando dar cabal idea de determinados matices que se pierden en la conversión, Y justamente aquí está el meollo de estas disquisiciones en torno a lo auténtico americano, y ello se hace más notorio a causa de la inexistencia de ese soporte nacional que sí tienen los penínsulares, refiriéndonos claro está, a eventos propios del pasado, a la tradición. Puede decirse que latinoamérica tiene una tradición prestada, montada en la estructura de un soporte español; si no hay tradición no hay definición. ¿Por qué ocurre semejante altercado entre dos puntos del mundo con iguales culturas y un mismo sistema de expresión? Evidentemente el problema es de fondo, que se enclava en la relació contenido-forma del hecho hispanoamericano y su lengua. Aparetemente no hay distinciones entre una región y otra que usa la misma lengua, si juzgamos que para leer a Darío y a Cervantes o a Machado nos valemos de los mismos puentos de referencia. Digamos que es un asunto de contenido que dertermina la forma. Al ser distinto el universo histórico de América al de España, la lengua, que es la misma en ambos, se diferencia por matices. "De ahí viene la diversidad de ambas literaturas, unidas por el sistema común y separadas por el `matiz´, reflejo de universos históricos diferentes". Hay, pues, una peculiaridad de situaciones americanas que determinan diferentemente el comportamiento de un mismo fenómeno estético, y que, además, instalan una asincronía entre ambas culturas. Considérese lo ocurrido con corrientes estéticas literaias: siempre llegaban tardíamente a América, pero a diferencia de lo ocurrido en España, donde fenecían sin más, se prolongaban e inclusive coexisten con tendencias posteriores. Tal asincronismo se acentúa con la independecia América.

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